martes, 23 de septiembre de 2008

Se enamoró de mí

Celosa por todo lo que ella le escribía, busqué quién era, qué hacía, de qué y para quién trabajaba, de donde lo conocía. Hasta que por las maravillas de la tecnología, descubrí lo que me daría una respuesta. Había encontrado un lugar, el espacio donde ella mostraba más que su nombre y apellido, donde reflejaba sus sentimientos.

Casi nerviosa y bastante ansiosa empecé a leer sus escritos, a recorrer con la vista sus fotos, a sorprenderme cada vez más. Siempre pensé que ella estaba interesada en él. Siempre creí que sus mensajes eran con intenciones maliciosas, pero no. No era así. Ella estaba enamorada de mí. Lo repetía en cada párrafo de manera deliberada y explícita, sin ninguna preocupación, sin ningún consuelo.

Me quedé estupefacta ante la pantalla, no creía lo que veía. No supe que hacer. Me preguntaba si él sabia de todo esto o no. Me moría de ganas de preguntarle si conocía la situación, pero a la vez, sabía que tenía que contarle de mis celos, de mis investigaciones ocultas, todo lo que había hecho hasta descubrir los sentimientos de ella.

Pero por otra parte, no sabía de donde ella me conocía, de donde había sacado tantas fotos mías, como sabia mis gustos, paranoias y teorías. Así que tomé coraje y lo llame. Y corté. Pero en cuestión de segundos volví a marcar su número de teléfono y hablé. Él no estaba en su casa, o eso al menos dijo la señora que limpia ahí. Intente comunicarme al celular pero una voz femenina me dijo : “Celular apagado o fuera del área de cobertura”.

Insulté, pero del nerviosismo que yo misma me había generado. La intriga era más fuerte. Volví a sentarme, respiré hondo y miré hacia la pantalla. Hice un par de clicks. Maximicé la ventana del chat y él estaba conectado. Dudé. Dudé demasiado, por lo cual quise olvidarme de todo y me fui a hacer un café. Volví a la pantalla luego de unos minutos y le comenté todo.

Se rió, se rió de todo. Le pase el link del blog de ella y me dice como si nada: “Nena, es tu vecina. Siempre que voy a tu casa me la cruzo”. Yo no entendía nada: “Qué??? Estás seguro???”. Él me responde: “Sí, vive en el mismo edificio que vos.”

No lo creía , nunca la había visto. Mientras intentaba hilar pensamientos coherentes, él me envía un zumbido y me dice: “no te paranoiquees, vamos a tomar algo”.

[CONTINUARÁ]

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