jueves, 1 de octubre de 2020

II Mundial de escritura: Carrera de obstáculos

Desde el año pasado que estoy participando de lo que en el taller se llamaba Le Championnat y que este año, al principio de la cuarentena, se hizo público. Este texto salió de esta consigna del Segundo Mundial de Escritura



Tengo sueño, no me quiero despertar. Hubiera estado bueno que me dieran permiso en el trabajo para poder ir temprano hoy o tal vez para faltar mañana que voy a estar destruida. No me voy a poder quedar toda la noche, que mal. Son las 5.45 am. Bueno, me levanto. Ducha, ropa, maquillaje. Desayuno un café con leche y un pedazo de budín barato de Día%. Diciembre tiene esas cosas como desayunar budín. Agarro algo de plata y les aviso a mis viejos que me voy. 6. 45 am. Me tomo el 79 en la esquina de casa, conseguí un asiento, soy feliz. Dormito hasta la estación de Burzaco. Me despierto cuando el malón empieza a bajar del colectivo.

Cuando estoy llegando a las escaleras de la estación, se escucha llegar al tren. 7.13 am. Empezó la carrera de obstáculos. Bajar las escaleras, esquivar a los vendedores de facturas y de café del túnel, volver a subir las escaleras. Amontonarse con la gente para que el guarda no me pida el boleto que nunca saqué. Llegué a tiempo. La misma gente me metió dentro del vagón. Busco algo para sostenerme en caso de que el tren frene de golpe, pero los cuerpos pegados y transpirados me mantienen en el mismo lugar. Me duermo parada abrazada a mi cartera, hasta Lomas nadie va a bajar.

En la estación de Lomas pude acomodarme un poco mejor, ensanchar mis pulmones para lo que resta del trayecto hasta el próximo recambio de público en la Estación de Lanús. 7.40 am. Pude agarrarme de una de esas anillas que cuelgan. Siempre que las veo pienso en gimnastas de mallas apretadas. Esas que marcan cada músculo y que dan la ilusión de desnudez. Recién voy una semana haciendo este trayecto. Me aprendí muy rápido los trucos para sobrevivir en el Roca.

Estación Constitución. 8.17 am. Ya ni hago esfuerzos por salir, me dejo llevar. Los andenes se llenan de gente que va en una sola dirección. Los olores me dan asco: pis, pancho, chorizo a la parrilla, vómito. Las palomas desayunan las migas en el suelo. No le tienen miedo a las personas. En el hall dejo de ser parte de un grupo, voy en busca de la Av. Brasil.

Mientras espero que el semáforo cambie de color, voy mirando la vereda de la plaza. ¿Cuál colectivo estará más pronto a salir? En el 39 puedo subir parada a cualquiera, en la parada del 168 las cosas funcionan diferente. Me tomo el 39, es más rápido sin dudas. Corro para agarrar el colectivo que esta saliendo, el chofer fue buena onda y me esperó. Saco boleto. Ochenta por favor. El viento de las ventanillas abiertas alivia un poco el sofocamiento del tren y el calor que ya está empezando a picar. Estoy bien de tiempo, faltan veinte minutos para las 9 am.

Me bajo a unas cuadras del restaurant. Camino medio zombie, medio nerviosa. Todavía me genera eso. Es mi primer laburo y no tengo que dejar mal a mi viejo. Lo que pasa en el trabajo no es muy interesante. Pan dulce, puerta, almuerzo, mesas, pan dulce, pan dulce, pan dulce. La señora de los funerales hace cola tres veces, les compra pan dulce a los famosos. Una marca de jugos aprovecha para dar muestras gratis en la fila que se arma alrededor del restaurant. La gente ni se inmuta. Hace cinco o seis cuadras a las dos de la tarde por un pan dulce bajo los treinta y pico de grados de diciembre, está loca.

Fin de la jornada laboral. Reviso mi celular de camino a la parada del colectivo. Explota. Mensaje de mis amigas, de otros compañeros del colegio. Había que estar a las 7 en Burzaco para sacarnos las fotos. Son las 6 y 20. No llego. La recepción es a las 21. Listo. Voy directo a la recepción. No me importan las fotos. En realidad tampoco me interesa tanto la recepción, pero después va a haber joda y va Marcos. Es al único que invité.

Constitución es muy diferente a la tarde. La gente hace fila para entrar en los vagones. Cada puerta tiene su fila. El centro del andén está lleno de puestos, golosinas, ropa, cosas que siempre se necesitan: enchufes, adaptadores, tapones para los termos, etc. El olor de los panchos y del Paty se vuelve tentador. Tengo hambre.

Me subo al primer tren que sale, está un poco lleno, pero hoy no tengo tiempo para esperar uno vacío. Viajo parada. El calor de las vías se siente en el piso del vagón y se siente en las suelas de mi zapatos. Burzaco. Mi casa. 8 pm. Mis viejos y mi hermana ya están preparados. Solo falto yo. Me baño rápido, me depilo rápido. Busco un vestido negro, el mismo que usé en varios cumpleaños de 15. Me queda bien, es negro. Listo. No necesito más. No tenía tiempo para comprarme un vestido para una fiesta en un salón de decimoquinta. Prefiero seguir trabajando.

Remís. El más destartalado de la remisería. El caño de escape golpeaba contra el asfalto. El chofer se baja cada cinco o seis cuadras para atar el alambre. Salón El Pampa. Fuimos los primeros en llegar. Me siento en el muro que lo separa de la ruta. Del otro lado, descampado. Eligieron el salón más feo de todo zona sur. Tengo sueño. Me duelen los pies. Los levanto en el muro, me recuesto en una columna. Llegan los profesores y nos dejan entrar. Mis viejos buscan su mesa y se sientan. Yo charlo con los profes, les cuento sobre mi laburo. Mis compañeros no llegan más. De a poco, los padres van llegando. 10.30 pm. Llegan los chicos. Armamos la entrada al salón. Como si fuera un cumpleaños de quince o un casamiento. Salimos anteúltimos, los tres juntos: Pulga con Sabri y conmigo, una en cada brazo. Papu va último. Su novia no quiere que vaya con alguna chica.

Cenamos un pollo feo. Nos ponen un birrete y una toga como si fuéramos egresados yanquis. Los del otro grupo copiaron un texto de internet, quieren que alguien lo lea. Me presionan. Haber hecho radio me juega en contra. Lo escribieron a mano, a las apuradas. No entiendo la letra. Lo leo dos o tres veces a modo de práctica, pero sé que no va a servir. Me empujan al medio de lo que después va a ser la pista de baile. Leo como puedo. Nadie entiende nada. Yo tampoco. Hubo un aplauso triste. Cantamos la del Golden Rocket aunque ninguno de nosotros vio ni un episodio del programa. Postre. 1 am. Se empieza a escuchar voces que vienen desde afuera. Echan a los padres. Comienza la joda. Llega Marcos. Compra una cerveza con menta. Un asco. Nos sentamos, estaba cansada, él me entiende trabaja en gastronomía. Tomamos y pongo mis piernas cansadas y mal depiladas sobre sus piernas. Hablamos. Me acaricia las piernas con uno o dos dedos. No le interesa pincharse. 3 am. Vuelvo a casa. Duermo. A las 5.30 vuelvo a empezar.