Tengo sueño, no me quiero despertar. Hubiera estado bueno que me dieran permiso en el trabajo para poder ir temprano hoy o tal vez para faltar mañana que voy a estar destruida. No me voy a poder quedar toda la noche, que mal. Son las 5.45 am. Bueno, me levanto. Ducha, ropa, maquillaje. Desayuno un café con leche y un pedazo de budín barato de Día%. Diciembre tiene esas cosas como desayunar budín. Agarro algo de plata y les aviso a mis viejos que me voy. 6. 45 am. Me tomo el 79 en la esquina de casa, conseguí un asiento, soy feliz. Dormito hasta la estación de Burzaco. Me despierto cuando el malón empieza a bajar del colectivo.
Cuando estoy llegando a las escaleras de la estación, se
escucha llegar al tren. 7.13 am. Empezó la carrera de obstáculos. Bajar las
escaleras, esquivar a los vendedores de facturas y de café del túnel, volver a
subir las escaleras. Amontonarse con la gente para que el guarda no me pida el
boleto que nunca saqué. Llegué a tiempo. La misma gente me metió dentro del
vagón. Busco algo para sostenerme en caso de que el tren frene de golpe, pero
los cuerpos pegados y transpirados me mantienen en el mismo lugar. Me duermo
parada abrazada a mi cartera, hasta Lomas nadie va a bajar.
En la estación de Lomas pude acomodarme un poco mejor,
ensanchar mis pulmones para lo que resta del trayecto hasta el próximo
recambio de público en la Estación de Lanús. 7.40 am. Pude agarrarme de una de
esas anillas que cuelgan. Siempre que las veo pienso en gimnastas de mallas
apretadas. Esas que marcan cada músculo y que dan la ilusión de desnudez. Recién
voy una semana haciendo este trayecto. Me aprendí muy rápido los trucos para
sobrevivir en el Roca.
Estación Constitución. 8.17 am. Ya ni hago esfuerzos por
salir, me dejo llevar. Los andenes se llenan de gente que va en una sola
dirección. Los olores me dan asco: pis, pancho, chorizo a la parrilla, vómito. Las
palomas desayunan las migas en el suelo. No le tienen miedo a las personas. En
el hall dejo de ser parte de un grupo, voy en busca de la Av. Brasil.
Mientras espero que el semáforo cambie de color, voy mirando
la vereda de la plaza. ¿Cuál colectivo estará más pronto a salir? En el 39
puedo subir parada a cualquiera, en la parada del 168 las cosas funcionan
diferente. Me tomo el 39, es más rápido sin dudas. Corro para agarrar el
colectivo que esta saliendo, el chofer fue buena onda y me esperó. Saco boleto. Ochenta por favor. El viento de las ventanillas abiertas alivia un poco
el sofocamiento del tren y el calor que ya está empezando a picar. Estoy bien
de tiempo, faltan veinte minutos para las 9 am.
Me bajo a unas cuadras del restaurant. Camino medio zombie,
medio nerviosa. Todavía me genera eso. Es mi primer laburo y no tengo que dejar
mal a mi viejo. Lo que pasa en el trabajo no es muy interesante. Pan dulce,
puerta, almuerzo, mesas, pan dulce, pan dulce, pan dulce. La señora de los
funerales hace cola tres veces, les compra pan dulce a los famosos. Una marca
de jugos aprovecha para dar muestras gratis en la fila que se arma alrededor
del restaurant. La gente ni se inmuta. Hace cinco o seis cuadras a las dos de
la tarde por un pan dulce bajo los treinta y pico de grados de diciembre, está
loca.
Fin de la jornada laboral. Reviso mi celular de camino a la
parada del colectivo. Explota. Mensaje de mis amigas, de otros compañeros del
colegio. Había que estar a las 7 en Burzaco para sacarnos las fotos. Son las 6
y 20. No llego. La recepción es a las 21. Listo. Voy directo a la recepción. No
me importan las fotos. En realidad tampoco me interesa tanto la recepción, pero
después va a haber joda y va Marcos. Es al único que invité.
Constitución es muy diferente a la tarde. La gente hace fila
para entrar en los vagones. Cada puerta tiene su fila. El centro del andén está
lleno de puestos, golosinas, ropa, cosas que siempre se necesitan: enchufes,
adaptadores, tapones para los termos, etc. El olor de los panchos y del Paty se
vuelve tentador. Tengo hambre.
Me subo al primer tren que sale, está un poco lleno, pero hoy
no tengo tiempo para esperar uno vacío. Viajo parada. El calor de las vías se
siente en el piso del vagón y se siente en las suelas de mi zapatos. Burzaco.
Mi casa. 8 pm. Mis viejos y mi hermana ya están preparados. Solo falto yo. Me
baño rápido, me depilo rápido. Busco un vestido negro, el mismo que usé en
varios cumpleaños de 15. Me queda bien, es negro. Listo. No necesito más. No
tenía tiempo para comprarme un vestido para una fiesta en un salón de
decimoquinta. Prefiero seguir trabajando.
Remís. El más destartalado de la remisería. El caño de escape
golpeaba contra el asfalto. El chofer se baja cada cinco o seis cuadras para
atar el alambre. Salón El Pampa. Fuimos los primeros en llegar. Me siento en el
muro que lo separa de la ruta. Del otro lado, descampado. Eligieron el salón
más feo de todo zona sur. Tengo sueño. Me duelen los pies. Los levanto en el
muro, me recuesto en una columna. Llegan los profesores y nos dejan entrar. Mis
viejos buscan su mesa y se sientan. Yo charlo con los profes, les cuento sobre
mi laburo. Mis compañeros no llegan más. De a poco, los padres van llegando.
10.30 pm. Llegan los chicos. Armamos la entrada al salón. Como si fuera un
cumpleaños de quince o un casamiento. Salimos anteúltimos, los tres juntos:
Pulga con Sabri y conmigo, una en cada brazo. Papu va último. Su novia no
quiere que vaya con alguna chica.
Cenamos un pollo feo. Nos ponen un birrete y una toga como si
fuéramos egresados yanquis. Los del otro grupo copiaron un texto de internet,
quieren que alguien lo lea. Me presionan. Haber hecho radio me juega en contra.
Lo escribieron a mano, a las apuradas. No entiendo la letra. Lo leo dos o tres
veces a modo de práctica, pero sé que no va a servir. Me empujan al medio de lo
que después va a ser la pista de baile. Leo como puedo. Nadie entiende nada. Yo
tampoco. Hubo un aplauso triste. Cantamos la del Golden Rocket aunque ninguno
de nosotros vio ni un episodio del programa. Postre. 1 am. Se empieza a
escuchar voces que vienen desde afuera. Echan a los padres. Comienza la joda.
Llega Marcos. Compra una cerveza con menta. Un asco. Nos sentamos, estaba
cansada, él me entiende trabaja en gastronomía. Tomamos y pongo mis piernas
cansadas y mal depiladas sobre sus piernas. Hablamos. Me acaricia las piernas
con uno o dos dedos. No le interesa pincharse. 3 am. Vuelvo a casa. Duermo. A
las 5.30 vuelvo a empezar.