martes, 18 de diciembre de 2007

Crónica de un BUEN DÍA

Me dispuse a prender un sahumerio sabor frutilla para poder comenzar a escribir esto, se trata de lo que sucedió en el día de ayer, de lo que me hubiera gustado que pase y de lo que desafortunadamente no pasó. Lo bueno, al menos para mí, es que ustedes no sabrán la realidad de las cosas, si no que solo los que estuvimos ahí lo sabemos. Sin embargo, no voy a negar que lo que van a leer no sea algo por lo cual se lamenten luego diciendo que perdieron su tiempo leyendo esta crónica.

Hace unos días que veníamos arreglando con unos amigos para ir a un festival gratuito al aire libre, acordamos encontrarnos a las 18 en determinado lugar y así fue. Apenas llegamos lo primero que hicimos fue recorrer los alrededores del escenario donde había una feria de indumentaria, diseño y varios etcéteras más. Mientras mirábamos los diferentes stands como si el lugar fuera un museo cualquiera, nuestro presupuesto era escaso como para incursionar un poco más sobre los modelos, talles y precio de las cosas, mi amiga se encontró con varias personas conocidas, amigos de ella, de esos que la vida hace que se crucen en nuestros caminos sin saber porqué.
Al terminar de recorrer, apostamos por la decisión de sacar nuestra lona y hacer el gran picnic de primavera en medio de comentarios innecesarios sobre las personas que nos rodeaban, mirando a nuestros alrededores buscando a personas que luego encontraríamos y que pondrían a esta historia un poco más interesante. Comimos ricas cosas y las acompañamos con la bebida que en el lugar predominó durante todo el día, la música sonaba de fondo, pero no le dimos mucha importancia, al menos no en ese momento.
En una de esas búsquedas que se realizaban solamente con la mirada, la encontré a ella, una especie de pseudo enemiga, que solo conocía por apodo, algunas fotos y muchas historias armadas por mí, tratando de hacerla más mala, más que las villanas de las telenovelas. Apenas la vi, se lo comenté a mis acompañantes, me dijeron que no lo grite a los cuatro vientos, porque se daría cuenta y así fue para mi mala suerte. Ella se paró, se limpió los rastros de pasto que tenían su pantalón chupín negro y se dirigió directamente hacia donde yo estaba. Venia con cara de... no sé, esa cara mostraba muchas cosas, mostraba preocupación, duda, enojo, en fin... se acercó y me preguntó de dónde yo la conocía, en ese momento me sentí chiquitita frente a ella, quería que la tierra me trague, quería desaparecer. En un acto de valentía la invité a sentarse en nuestra lona y le pregunté, como para desviar un poco la cosa, si quería comer o tomar algo. Ella no quiso nada. Esa decisión tajante me dio miedo, miedo que termináramos en esos hechos "que pasan a mayores". Tomé aire un par de veces y ante la demanda de ella ("hablá" me dijo y todos la miraron con susto) le dije lo que pasaba o mejor dicho de dónde la conocía. Ella era la ex de la persona a quien yo estuve buscando (y que seguiría haciéndolo por un largo tiempo más) toda la tarde, supe de ella luego de una investigación especial del cual Él ya sabía, pero no sabía que conocía de ella en particular. Le comenté que leía todo lo que escribía en su página personal y que la odiaba sin razones coherentes, solamente por haber sido la ex de alguien que me interesaba y bastante. A todo esto, tuve la suerte de que ella comprendiera la situación, mi situación, y poniéndose en mi lugar se rió bastante, había pensado que era algo más grave. Al final terminamos hablando del muchacho en cuestión y con muy buena onda, pero a través de esto aprendí que tengo un vozarrón de importante caudal y que para la próxima no debía decir nada o si lo digo tendrá que ser susurrando.
Ya la noche se asomaba y el frío también, seguimos tirados en nuestro lugar en el pasto por un tiempo más, sacarle el cuero a los que estaban presentes era algo mucho más tentador que bailar. Pero el invierno apareció de repente y además se empezó a escuchar cosas más interesantes desde el escenario. Levantamos el picnic y nos fuimos a ver eso que sonaba tan bien a pesar de los horrores técnicos que había. Fue una de las cosas que más disfrutamos, bailar con esa música con letras románticas. Así se sucedieron un par de bandas, la mejor de todas, que en realidad no fue una banda sino una mujer que hace todo sola, fue la que logró que el público termine hipnotizado bailando como si fuera algún tipo de secta extraña, pero que a pesar de eso no logró que nosotras sigamos buscando a los susodichos y menos aplacar el hambre que se produce al horario de la cena. Y así fue como apareció el paquete de papas fritas en medio de centenares de zombies que bailaban, y así fue que a cada persona de una altura considerable, con rulos y particular forma de vestir o cada persona que tenia una campera verde con dos líneas blancas en las mangas sean inspeccionadas con nuestra mirada, hasta estar seguras que no eran ninguno de las dos buscados. Me estaba olvidando de aclarar algo, ninguno de nosotros sabia si estas personas iban a ir al festival, lo presentíamos, pero no estábamos seguros que nuestros presentimientos sean verosímiles o en un caso mucho mejor veraces.
Nos sentamos a descansar en un intervalo, muy rápido nos paramos, aunque mi amiga se empecinó en seguir en su postura, le advertimos que terminaría siendo pisada y así fue. La gente aprovechó ese intervalo para moverse, encontrarse con otras personas e irse del lugar.
Vimos al grupo siguiente, el más popular de todos, sobre el que teníamos más expectativas porque lo conocíamos un poco más que al resto. Sin embargo, fue el que nos defraudó, hubo acoples y notas disparadas hacia no sé donde por parte del cantante, yo sufría cada vez que desafinaba, lo mejor de todo es que sé muy poco sobre música, pero pude darme cuenta que si Mozart o Beethoven (será que por escuchar algo así se quedó sordo???) vivieran se hubieran suicidado en ese momento. Por suerte dicha banda tenia un grupo de seguidores fieles (hay que reconocer la fidelidad de esa gente para poder escuchar tremenda cosa), que luego terminaron cantando sobre el escenario al mejor estilo karaoke.
Por suerte llegó un nuevo intervalo, el más festejado de todos, y pensamos en irnos, pero quedaba el último grupo y decidimos hacer el último esfuerzo. Cada vez hacía más frío por lo cual nos pusimos a bailar esa música electrónica que sonaba mientras los plomos arreglaban cosas en el escenario. Mi amiga seguía buscando y por casualidad lo vio, al comentármelo me volví una quinceañera, no, no, me volví una treintañera solterona, me puse super nerviosa, me temblaba el cuerpo y sobre todo las rodillas, me había transformado en una estúpida en cuestión de minutos. Mi amigo, se ofreció a buscarlo y traerlo hacia donde nosotras estábamos ubicadas. Yo me moría. Unas horas atrás me había metido en quilombos por bocona y por las ganas que tenia de verlo, de tenerlo, de muchas cosas. Mi amigo se dirigió a ese lugar, intercambió algunas palabras, y vinieron con nosotras, Él estaba con un amigo, nos saludamos y nos lo presentó. La última banda comenzaba con sus primeros acordes, y yo no paraba de observarlo. Con mi amiga susurrábamos comentarios inútiles para la ocasión, pero nos divertía hacerlo. En ese momento nació algo en mi llamado impulsividad, fue algo que no pensé que iba a suceder y mucho menos que iba a ser yo la que haga eso. Lo agarré de la mano y me lo llevé lejos del público, no me interesaba nada lo que podrían llegar a decir mis amigos y mucho menos el amigo de Él.
Busqué una de esas palmeras que nos tapaban la visión al escenario durante la tarde y empecé a decirle muchas verdades, y también muchas pavadas, yo no podía dejar de hablar, me había transformado en una máquina de palabras que seguramente tuvo los verbos mal conjugados, el mal uso de conectores y ni hablar de una buena sintaxis. Él tuvo la inteligencia de mirarme con esos ojos de cielo y fue la forma perfecta para callarme. Me dijo un par de cosas que nunca pensé que oiría y mucho menos de sus labios. Comenzaron algunas caricias y abrazos. Fueron momentos inolvidables.
En un momento me señala otra palmera, donde también había dos personas. Era ella, era mi amiga, que había encontrado a ese espécimen masculino que pretendía. Nos alegramos por ella.
Pasamos un buen rato juntos, pero era hora de volver, caminamos en grupo hasta la avenida más transitada para tomar cada uno ese transporte público que nos dejara en nuestras queridas casas. Ya era muy tarde y el frío no cesaba. Prometimos hablarnos luego, llamarnos, mandarnos mails, volvernos a encontrar en otra ocasión y que sea el rock quién nos una...

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