Hay cosas a las que no logro acostumbrarme, o con las cuales me niego a sentirme cómoda. Casi siempre es relativo a la vestimenta o a los accesorios.
Por ejemplo, tuve (y aún lo tengo) un gran problema con los jeans. Desde los 5 hasta los 12 nunca usé un par de esos pantalones, me sentía incomoda, apretada, era una cosa de varones y yo era una nena. Como no jugaba y siempre estaba metida entre los grandes, tener una pollera o un vestido era lo más femenino, lo más cómodo y no tenía inconvenientes para moverme libremente, total nunca trepé un árbol, nunca corrí, nunca compartí demasiado.
A los 12 hubo una revolución, en mi mente claro está, empecé a darme cuenta que ya no era una nena, que estaba creciendo, que mis aventuras iban más allá de ver Discovery Channel y meterme en la conversación de los grandes y fue en ese momento cuando empecé a compartir más, a afianzar mis amistades del colegio, a ir al shopping con mis amigas y hasta ir a bailar muuuuy de vez en cuando. Mis actividades fueron otras y eso hizo que empezara a vincularme con los jeans. No los usaba muy seguido, pero ya era un avance, tuve un solo par, desde los 12 hasta 14. Y como fue una etapa muy hippie, eran oxford.
A los 15 todo cambió, comencé el polimodal, cambié de colegio, cambié de uniforme. Dejaría atrás la pollera gris tableada que me acompañó durante nueve años, por dos pares de jeans RECTOS. No eran tan feos, pero para alguien que habia pasado del hippismo (inventado, porque la verdad no sé que tenía de hippie) para empezar a adentrarse al rock rolinga, era fuerte. Los jeans deberian declararse tiro bajo y oxford, el resto era sacrilegio. Con el tiempo me acostumbré, pero le declaré la guerra a los pantalones elastizados, muy de moda por la época (todas se querían parecer a Britney, quien usaba mucho pantalon pegado al cuerpo en sus videos de entonces).
Yo venía barbaro con mis pantalones rectos, casi tradicionales, pero hace un par de años, el grito de la moda impuso un cambio. Los pantalones tipo bombilla, o chupines, como quieran llamarlos, se empezaron a ver en las vidrieras. La mayoría de esos ejemplares eran elastizados. Imaginense lo que sufrí comprar ropa, lo que me negué a verlos (y a usarlos). Practicamente los odié. Hasta que hace un par de meses directamente me compré dos pares. La verdad es que están ahí. En el placard, juntando polvo. Solamente los usé una o dos veces, no más. La verdad es que no me acostumbro, la verdad es que me niego a usarlos, la verdad es que en cualquier momento los regalo. La verdad es que desde los 5 años no cambié nada nada en este aspecto y que sigo prefiriendo las polleras y los vestidos, antes que uno de esos pantalones de tela dura.
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